“Todo tiene su tiempo y hay un momento para hacerlo bajo el Sol” Eclesiastés 3:1

En muchas ocasiones me he escuchado a mi misma repetirle este pasaje del Eclesiastés a mis hijos. La razón es que siento que ellos no tienen nunca la paciencia de esperar que las cosas ocurran a su ritmo. Creo que es un mal de las nuevas generaciones. Siempre quieren que las cosas ocurran ahora, y no sienten que deben esperar el momento.

Hace un tiempo que comencé con mi empresa, y pienso cuanto he recorrido desde ese momento, todo lo que he trabajado y aún es algo pequeño, de lo que puedo vivir pero hoy 8 años después tengo la firme convicción que simplemente será mi trabajo pero que nunca seré rica, por dos razones fundamentales: primero porque no es mi meta, no es lo que sueño, y segundo porque siempre digo en broma : “es que yo lo que hago es trabajar, no vender droga o robar y trabajando uno nunca se hace rico”

Pero la razón que me ha llevado a pensar en esta frase es algo que leí en estos días en mi libro del “Encanto de la vida simple”: “Todo tiene su tiempo, si pero no todo pasa al mismo tiempo…” y es que en los últimos meses he querido hacer tantas cosas, que yo misma me he olvidado de que “Todo en la vida tiene su tiempo y hay un momento para cada cosa”, y que cuando no podemos hacer todo lo que planificamos debemos conformarnos con hacer una parte.

Hoy uno de los chicos que trabaja conmigo me dijo una de esas frases celebres que nadie sabe quien la dijo pero que me hizo reír mucho: “Si quieres hacer reír a Dios, haz planes” y en realidad por mas planes que hagamos en nuestra vida… a veces las cosas no resultan como uno quisiera.

¿Como averiguamos cual es la parte que nos toca hacer en este justo y preciso momento? Sarah nos da algunas preguntas interesantes: ¿Que es lo que verdaderamente quiero en este preciso momento? ¿ Que es lo que verdaderamente necesito? ¿ Como lo consigo? ¿Cuanto va a costarme en moneda de la vida?

Tal vez este sea el momento de tener que llegar a casa a hacer las tareas con FER, en lugar de desarrollar mi espíritu creativo y escribir mis post de tecnología, o el momento de hacerle un títere a Fer,  en lugar de continuar leyendo el libro maravilloso que me tiene sin vida por saber como termina. O el momento de conversar con mi hijo mayor, o salir con él a comer helado, en lugar de continuar la traducción de mi proyecto “Lo que de veras importa” ó planificar mi semana de trabajo los domingos en la noche.

Finalmente Sarah da el toque majestuoso en su último párrafo, igual que siempre, para hacerme sentir miserable y con un gran sentimiento de culpa, y ponerme definitivamente a pensar:

Pero tus hijos van a ser pequeños durante un periodo de tiempo muy corto… pasará en un abrir y cerrar de ojos y tu solo tendrás, cuarenta, cincuenta, o sesenta años y otros quince, veinte o veinticinco años por delante, un cuarto de siglo para hacer lo que quieres hacer, de la manera que lo quieres hacer. Bendita la mujer que conoce (y yo agrego y acepta) sus propios limites.

Hoy quiero recordar y aplicarme a mi misma que: “Cada día tiene su tiempo y hay un momento para hacerlo bajo el Sol… un tiempo de nacer y tiempo de morir, tiempo de plantar y de arrancar lo plantado, tiempo de destruir y tiempo de construir, tiempo para llorar y un tiempo para reír…” Eclo 3:1-4