Hoy me levante con unos deseos enormes de estar de vacaciones. Envidio a los europeos, que sin pensarlo se pasan el mes de agosto de vacaciones llueve, truene o ventee.

Normalmente en el verano siempre me tomo una semana de vacaciones para estar con mis hijos, pero por diversas razones este verano se terminaron las vacaciones y no pude tomar una semana libre. Hoy comenzaron las clases, de nuevo el ajetreo de levantarnos temprano, pelear por las tareas y la sensación de que la última tanda del año me llega con cansancio.

En estos días leía “El Encanto de la vida simple” y hablaba sobre el ocio sagrado. Y a mi, que sufro de trabajar mas de la cuenta me parecía una locura eso del ocio sagrado. Pero, al ver mi lista de cosas pendientes en el trabajo esta mañana, en lugar de sentarme aceleradamente a trabajar sentí unos deseos inmensos de apagar la computadora, cerrar la libreta, salir de la oficina y dedica el día completo a NO HACER NADA.

Mi hijo mayor pasó las vacaciones lleno de actividades… no quise limitarlo, pero pensaba que cuando somos adultos tenemos tantas responsabilidades, que si  a los 15 o 16 años hubiera podido ver el futuro, me hubiera pasado mis vacaciones en el dulce Ocio Sagrado.

Me gusta mi trabajo, disfruto lo que hago, pero el trabajo nos satura, nos abruma y llega un momento en que nos nubla la razón y no nos permite pensar con lucidez. Cuando llega ese momento hay que dejar todo, olvidarse de las obligaciones y dedicarnos como dice Sarah al “Dulce Placer del Ocio Sagrado”. Las veces que he logrado hacer esto, al regresar he llegado llena de fuerzas, y unos deseos inmensos de hacer cosas; llego llena de creatividad, de nuevas ideas y las cosas comienzan a fluir de forma natural.

Totalmente de acuerdo con Sarah: Necesario, imprescindible, lo necesito con urgencia: “Unos días inesperados y melódicos dedicados a no hacer nada para compensar los días discordantes dedicados a hacer demasiadas cosas”.

Prometo que me voy a escapar… prometo que esos días llegaran…