Una de las cosas que más echo de menos de tener un compañero a mi lado es cuando regreso de un viaje. Aun me cuesta llegar al aeropuerto y que quien me espere sea un chofer o un taxi. Además llego con muchas cosas que compartir y entonces siento que no puedo decírselas a nadie. Antes tenia un amigo que me recogía al aeropuerto, entonces me volcaba en las historias y experiencias vividas durante esos días fuera de casa. Pero la vida cambia.
No entiendo como la vida de uno puede girar alrededor de una persona por tantos años. De repente desaparece y te das cuenta lo profundamente sola que te has quedado. Sobre todo a alguien como yo a quien le gusta tanto contar sus historias.
Hoy mientras regresaba a casa en el auto pensaba en esas cosas. De repente pensé ¿por qué no escribo? ¿Por qué no escribo lo que me ocurrió, o lo que quisiera contarle a alguien? Eso puede servirme de desahogo y a fin de cuentas estoy contando lo que viví.
Salí hace diez días de casa. Confieso que con ilusión. Aunque la mitad del viaje era de trabajo, estos dos primeros meses del año me habían dejado agotada. Necesitaba un cambio, algo distinto en la rutina de mis días. Así que me fui con alegría a vivir mi experiencia. Cada viaje es una experiencia: «Otras tierras otras gentes de maneras diferentes de pensar» eso me dijo mi papá la primera vez que me fui a vivir a Guatemala en el año 1989.
Cuando nos relacionamos con otras personas nos hacemos una idea de los demás. Claro que es una opinión muy sesgada por el momento, la circunstancia, la conversación. Creo que cuando alguien pasa tan rápido por el lado de uno, uno hace demasiadas suposiciones, pero me imagino que ellos también harán muchas sobre nosotros.
Viajar me da la oportunidad de tener tiempo para leer, no se que haría sin un libro en un avión, porque para mi es casi imposible dormir. Así que terminé el libro de turno: «Yo confieso» de Jaume Cabré. ¡Excelente!. Siempre digo que son excelentes los libros que leo, la verdad es que leo algunos que no son buenos, pero prefiero no criticarlos. Pienso en todo el esfuerzo que una persona hace para escribir un libro y decidirse a publicarlo, no creo que yo tuviera la valentía de hacerlo. Aunque el libro no me guste, no creo que fuera capaz de escribir una mala critica de un libro, lo cual indica que no puedo ser critico de libros. Por eso solo comento los libros que me han gustado. Sobre el libro de Cabré, puedo decir que me sentí sobrecogida con tanta información que no manejo, me sentí ignorante, e impresionada, de que alguien fuera capaz de hacer una investigación para poder escribir un libro y luego inventarse la historia. Creo que si alguna vez yo escribiera algo no podría ser de esa forma, porque soy demasiado realista, tanto que me coloco en el limite del pesimismo. Me gusta contar lo que veo y lo que pienso, y muy cerca de la realidad, aunque a veces se mezcle con la ficción, sino mi hermana puede dar fe de eso.
Después de dos días de trabajo en Puerto Rico. Me fui a Orlando. Pasé unos días maravillosos con mi hermana, su esposo y sus hijos. Cuanto disfruto pasar unos días con ella, caminar todas las mañanas y hablar hasta que se seca la lengua y descubrir que nunca se acaban los temas, ver a mis sobrinos. Sin que se entere Alfonso, estoy perdidamente enamorada de Adriana, es la niña mas hermosa y dulce que he conocido. Y al final me tocó despedirme, darle un abrazo y decirle nos vemos pronto, porque siempre que pueda he prometido hacer una parada en Orlando, aunque no esté en la ruta. De nuevo al avión y rumbo a Costa Rica.
Un día de entrenamiento y luego nos fuimos a una plantación de tomates. Nunca había visto una planta de tomates. Nunca había visto tomates verdes y rojos uno al lado de otro colgando de las ramas. El señor estaba súper orgulloso de su plantación, me decía: «esta limpia, y si viera lo que cuesta mantenerla así» «tengo un grupo de personas que me ayuda, le quitamos los hijos, porque mire aquí, desde la raíz hasta la punta es un solo tronco, y los hijos le quitan los nutrientes a los tomates grandes, por eso los arrancamos y así los tomates pueden llegar a un tamaño adecuado» Y yo caminaba detrás de él entre todas las matas, quería estar cerca y escucharlo, verlo orgulloso de su plantación.

Luego nos llevaron a un restaurante de un español, de Valencia, nos invitaron a comer Paellas. El dueño abrió el restaurante solo para nosotros y nos recibió con una bota de vino, dispuesto a lanzarnos justo a nuestra boca un chorro si estábamos dispuestos a abrirla para él: «usted solo abra bien la boca, incline la cabeza un poco hacia arriba y yo hago el resto», yo por supuesto me puse en la fila de los que ya habían pasado, no me gusta el vino y no me agradaba mucho la idea de que alguien me lanzara vino directo a la boca, aunque reconozco que me divertí mucho con el espectáculo que el hombre montaba y los otros que le hacían coro.
El autobús me mareo todo el tiempo, sentía el estomago dando vueltas y la cabeza que se reventaba. Pero sostuve buenas conversaciones con mis compañeros de viaje. Una chica hondureña, muy tímida que solo hablaba cuando yo le ponía conversación. Una brasileña, que me aguanto mi portugués, durante todo el camino. Me asombra descubrir lo bien que me defiendo, a veces creo que estoy diciendo mal las palabras, pero al confirmar descubro que mi vocabulario está creciendo, de algo han servido todos los libros en portugués que he estado leyendo. Por ultimo una Costarricense, con unas conversaciones bien interesantes. Ellas me ayudaron a olvidar por momentos el mareo del viaje.
No se como alguien puede conversar con las persona desconocidas que se sientan al lado en un avión. Mi ex-marido tenia esa virtud, siempre le ponía conversación a cualquiera que le tocara a su lado. Yo por más que lo intento no logro vencer mi timidez. El viaje de Orlando a Panamá era de 3 horas y medio, era de madrugada y tenia intenciones de dormir. Me tocaron al lado dos cotorras que no se callaron en todo el viaje. Al final terminé poniéndome los audífonos y concentrándome en mi libro. El resto de los trayectos lo pasé leyendo, quería terminar el libro, pero era un poco largo.
De nuevo estoy en casa. No hay nada como estar en casa, pero aunque siempre digo que odio viajar, creo que salir, respirar otros aires, ver otras tierras y otras gentes de maneras diferentes de pensar, te renueva.
En fin… que no es como sentarse a contarle a un amigo lo vivido, pero creo que valió la pena escribirlo.
Nada ni nadie es como el compañero que ya no está, pero… el tiempo trae vientos nuevos… aires nuevos… nuevas personas.
Aún recuerdo los matices y tonos de personas que conocí en algunos de mis viajes, son recuerdos que trato de alimentar para que no se borren en la neblina del olvido. Además eso me ayuda a recordar cosas, situaciones y lugares que creía perdidos.
Costa Rica no lo conozco, pero si El Salvador, en otros tiempos y ciertamente bajo otras circunstancias, pero imagino que el clima se parece.
Si se me ofrece otra oportunidad de viajar fuera de mi Chile precioso, ciertamente que hare mis mejores esfuerzos por concretar el viaje… son pesados, cansan y tienen momentos de tedio, pero siempre enriquecen… aprovéchalos cuando puedas.
Asi es Patricio, tienes razón, el tiempo trae vientos nuevos, igual que los viajes. Espero que puedas viajar, yo lo tengo que hacer con frecuencia por mi trabajo y siempre hay algo nuevo que aprender. me pase por tu blog, cosas interesantes por ahí. gracias por seguirme 🙂