Amigos…


Estaba buscando que leer en las mañanas para mi momentos de oración y encontré un libro de Anselm Grum que me llamó la atención: “El Espacio Interior”. En diferentes momentos de mi vida me ha ocurrido que, en lo que leo, encuentro la respuesta a mis preguntas. Un amigo que tengo responde ante mi asombro: “que encuentro en las lecturas lo que quiero escuchar”. Tal vez es cierto, pero eso no menosprecia el hecho de que sea maravilloso encontrar en las palabras de otros, aquellas que nos confortan y nos ayudan a hacer más llevadero el camino de la vida que a veces se vuelve tortuoso y empinado.

En estos días he pensado en los amigos aquellos seres maravillosos que nos ayudan en ciertos momentos de nuestra vida y con su simple compañía, sin a veces necesidad de una palabra, simplemente con el hecho de saber que podemos contar con ellos, alegran nuestros días.

Cada uno de los amigos que he tenido a lo largo de mi vida, han desempeñado un papel fundamental en mi caminar. Algunos han perdurado a lo largo de muchos años, otros son circunstanciales y han aparecido para llenar algún vacío, alguna carencia del momento. Estos últimos, llegan, están, y cuando han cumplido su función pasan y siguen su camino.  Algunos de estos amigos circunstanciales han pasado y me han dejado sin ni siquiera darme cuenta, pero algunos se han ido a destiempo, de repente, de forma imprevista, según mi parecer, sin haber cumplido la encomienda y dejando algún vacío en mi interior.

Ayer venía de regreso de uno de mis viajes de trabajo, estaba cansada, con deseos de estar en casa, y cuando el piloto anunció el aterrizaje abrí la ventana. El espectáculo era espléndido, unas nubes maravillosas cubrían completamente el cielo sin dejarnos ver ni el mar, ni la isla, que según las indicaciones estaba próxima. Mientras descendíamos y nos sumergíamos en aquellas estructuras semejantes a algodón de circo me sentí muy cerca de Dios, imaginaba que iba aterrizando allá en el cielo y que al abrir la puerta de la nave me encontraría unas escaleras de espuma blanca que me llevarían donde el mismísimo Padre. Y entonces pensé que el único amigo que no es pasajero es Dios. El único que siempre está a mi lado no importa donde vaya, o si no tengo internet o Facebook o estoy conectada, es él. El único que nunca se enoja conmigo no importa lo que yo haga, el único al que nadie le puede prohibir que sea mi amigo, porque él nunca permitiría que nadie le impusiera condiciones para estar conmigo. El único que no trataría de ponerle condiciones a nuestra amistad. Nunca me sentiré triste porque El no está,  porque El nunca se iría de mi lado. Entonces una alegría inmensa recorrió todo mi cuerpo y recordé las palabras de Grum que he estado leyendo en estos días.

“Precisamente en los instantes de mi vida en los que no me va bien, trato de entrar en contacto con la alegría interior. Entonces tengo la sensación de que, suceda lo que suceda, este gozo interior está en mi, Dios está en mi. Y donde Dios está, está la alegría, la sensación de que todo es bueno, la alegría por el hecho de ser una persona amada por Dios, enriquecida por la vitalidad y la fantasía, una persona libre sobre la cual nadie tiene poder”

Ayer en el avión entendí a que se referia Grum.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s