En los últimos tiempos me he quejado mucho de la nueva generación. Tengo la sensación de que no tienen suficiente responsabilidad y que con una facilidad pasmosa dejan cualquier cosa que están haciendo porque simplemente no les gusta o no era lo que pensaban o no cumplian sus expectativas o no ganaban lo suficiente o había que trabajar demasiado.
Claro, yo vengo de una generación en la cual nos enseñaron que lo más importante de la vida era el sentido de la responsabilidad a costa de cualquier cosa incluso de la felicidad. ¿En qué tiempo se me hubiera ocurrido dejar un trabajo que tenía para sentarme en mi casa a no hacer nada? La máxima de aquella época era: «No puedes soltar la rama que tienes hasta que no tengas la otra bien agarrada», era insólito pensar en renunciar de un trabajo porque no te gustaba lo que hacías, y sobre todo si uno no tenía otro.
Sin embargo, debo confesar que en los últimos tiempos he reflexionado mucho sobre esto y mi punto de vista ha cambiado, yo diría que casi radicalmente. ¿Y si fueran ellos los que están bien y nosotros los que hemos pasado la vida equivocados?
A medida que pasan los años y he ido entrando en edad, muchas veces he pensado en tantas cosas que hubiera querido hacer en mi vida y por ese sentido de la responsabilidad nunca me lance. Nos enseñaron que había que estudiar, buscar un marido y casarse, buscar un trabajo y comenzar a producir, tener hijos, criarlos y echarlos para adelante, producir dinero para tener una vida segura y poder dar a los hijos lo que necesitaran o aquellas cosas que a nosotros nos faltaron. Muchos dirán que lo estoy reduciendo a algo muy simple y que en cada una de esas etapas seguro que hubo momentos de felicidad: La ilusión de terminar la carrera y graduarse, preparar nuestra boda y casarse y comenzar una vida feliz al lado del hombre o la mujer que amamos, la maravilla de tener un hijo y verlo crecer y hacerse grande y todos las satisfacciones que nos traen. Claro que ha habido, y siguen habiendo un montón de momentos de felicidad.
Pero ese era el concepto de felicidad de nuestra generación. Lo que pasa es que ese concepto ha cambiado con el tiempo y nosotros nos empecinamos en que lo sigan siendo para nuestros hijos y resulta que ellos son felices de otra manera.
Ahora hay muchas carreras no tradicionales y que no necesariamente requieren pasar años en la universidad y que igual son carreras con las que se puede vivir. Tal vez decidan que es mejor probar a vivir con un compañero para ver si de verdad pueden vivir juntos antes de lanzarse a un compromiso de un matrimonio. Desean «vivir» un poco antes de asumir la responsabilidad de tener un hijo. Y tal vez no les interesa tanto ser millonarios sino la satisfacción que pueden tener los éxitos logrados haciendo aquello que les gusta y los hace feliz.
Hoy he pensado que me hubiera gustado vivir en esta generación y ser libre de elegir y hacer aquello que quiero, sin necesidad de que unos padres me estuvieran coaccionando a actuar de una determinada manera. Uno no debe arrepentirse de la vida vivida, las circunstancias fueron otras y eso fue lo que nos tocó, pero por mi parte quiero poner mis tres pesos de aporte y dejar que mis hijos sean felices y ellos decidan y se equivoquen solos y elijan la vida que ellos quieren vivir.
Creo que como padres debemos guiarlos, pero también comprenderlos y apoyarlos en su vida y sus proyectos y no querer imponerles la vida que nosotros creemos que es la mejor para ellos. Claro que se van a equivocar a veces y nuestro deber es estar ahí a su lado para darles aliento y algunas veces ayudarlos a salir del atolladero, pero debemos dejar que se equivoquen. Esa es mi meta como mamá y espero estar haciéndolo lo mejor que pueda.
Muy real es lo que les toca a nuestros hijos , me pregunto sobre la responsabilidad y el compromiso los cuales se han perdido en pos de lograr una felicidad que toca el egoísmo .