Muchas cosas se han publicado en estos días de encerramiento, una frase que he escuchado repetidamente es que el COVID-19 ha sacado lo mejor y lo peor de todos.
Uno esperaría que lo único que hubiera salido de lo más profundo de nosotros fuera solidaridad y misericordia en estos tiempos de crisis, pero cada día que escuchas noticias de lo que está ocurriendo allá afuera, o comentarios de lo que la gente piensa, te quedas con la boca abierta de lo absurdo que puede ser la raza humana. Y hoy solo mencionaré dos casos.
Lo primero son los políticos, los otros días comentaba que una de las cosas que le agradezco al COVID-19 es que va a llegar el día de las elecciones y no tuvimos que aguantar: las caravanas, las miles de pancartas, las propagandas en la televisión y las redes, ¡YEYYYYY!!!!! qué bueno que no pudieron hacer nada de eso, ha sido el mejor periodo de elecciones de la historia.
Sin embargo, tengo que reconocer que la creatividad de los políticos es insuperable, porque en medio de esta crisis se la ingeniaron para continuar haciendo mala política. Yo no pertenezco a ningún partido, pero me da risa cuando los del partido de la oposición se molestan porque el partido de gobierno se aprovechó de la crisis para hacer campaña, yo puedo apostar mi cabeza que si ellos fueran lo que hubieran estado en el gobierno hubiese hecho exactamente lo mismo. ¡Cómo es posible que los políticos se hayan aprovechado de esta situación! en lugar de ser solidarios y olvidarse que este no es el momento de andarse peleando y que el bienestar el pueblo es lo primero, se han pasado estos dos meses tirándose los trapos unos a otros, preocupados de si se podrán hacer las elecciones, o repartiendo mascarillas, manitos limpias, bolsas de comida, o inventado hospitales para hacer campañas. Yo particularmente estoy más desencantada que nunca con TODOS, confirmo que no se puede sacar uno que valga la pena.
Después está la gente. Estos no son tiempos de envidia, son tiempos de amor y solidaridad. ¿Cómo alguien puede enojarse porque algunos empleados más vulnerables están en su casa y siguen cobrando su salario, mientras ellos tienen que ir a trabajar? Para mi es indignante que alguien pueda incluso plantear algo así.
Hoy escuchaba la misa remota, del padre Oraizola y el decía que para él la vida verdadera tenía cuatro vertientes:
- Las palabras y las obras deben ser coherentes. No puedes decir algo y actuar de una forma distinta y creo que muchas veces caemos en ese error. Nos encanta hablar de la boca para afuera, pero cuando se trata de poner en práctica lo que decimos la cosa no es tan fácil.
- La vida debe ser encarnada – debemos echar raíces, no huir a los conflictos. Y esta realidad paralela, como yo la llamo, nos ha obligado a enfrentar los conflictos y ser firmes en nuestras creencias. Creo que en estos momentos hay dos opciones o mandamos nuestra fe a paseo, o la reforzamos, en mi caso he optado por lo segundo.
- Debemos vivir con valores. De qué sirve la vida, si nos aprovechamos de las crisis para nuestros beneficios personales, si nuestros valores no son coherentes con nuestro actuar. Es muy lindo hablar de valores, pero aplicarlos es otra historia.
- La vida verdadera se basa en el amor. Y al final ese es el fundamento de todo. Si marchamos por la vida fundamentando nuestros actos en amar a los demás, algo bueno tiene que pasar.
Finalmente quiero terminar mi reflexión con algo que encontré en el libro de Benjamín González Buelta, «El discernimiento. La novedad del espíritu y la astucia de la carcoma» y citando al papa Francisco, decía que el camino a la santidad está descrito en el sermón de la Montaña y parafraseaba algunas ideas que me han puesto a pensar:
- Sed solidarios con los que lloran
- No devolver mal por mal
- Estar en paz con todo el mundo
- No tomar venganza
- No dejarnos vencer por el mal, vence al mal con la fuerza del bien.
Y me han puesto a pensar, porque hay unas cuantas de esas cosas que a veces me cuestan mucho, y que se que debo trabajarlas.
Estos dos meses de encerramiento han sido muy difíciles, han sido duros, estresantes, deprimentes, pero me han servido para profundizar intensamente en muchas cosas, volver a mi centro y a mi esencia. Y si hay algo que quiero fortalecer es vivir mi vida fundamentada en el amor. Creo que con eso, y tratando de aplicar alguno de esas cosas del sermón de la montaña que tanto me cuestan, puedo ganar una buena parte de la batalla.