Hace un rato leí algo que escribió una persona que quiero mucho. Al leerlo me sentí identificada porque tal vez hoy es uno de esos días en que uno se pregunta si vale la pena hacer todo lo que estamos haciendo.
Recordé entonces algo que leí la semana pasada en el libro de Benjamín. Me había prometido escribir al respecto, pero bueno, las prisas, el trabajo…
“También nosotros podemos encontrarnos en situaciones en las que hemos gastado hasta la última gota de nuestras fuerzas pero no hemos conseguido lo que habíamos soñado. Más bien tenemos el sentimiento de que nuestra vida se ha disuelto inútilmente como una gota de agua en la arena del desierto”
Benjamín escribía esto a propósito del último momento de Jesús en la cruz. Si uno lo piensa llegar a estar en esa cruz puede parecer a los ojos de muchos: ¡el fracaso total!!! Pudo haber dicho: “tanto que hice para terminar en esta cruz”. Y a nosotros nos suele pasar: “Tanto que creo haber hecho… para terminar ¿Dónde?”. Y cito la reflexión de Benjamín:
“Nosotros podemos sembrar el reino de Dios con toda la ilusión en nuestro corazón… pero el tiempo y el modo de recoger la cosecha no está en nuestras manos. Lo único que podemos hacer es entregarnos y confiar en Dios, porque la hora de Dios no siempre coincide con la de nuestro reloj o la de nuestras programaciones”
Puedo hacer todo lo que está en mis manos para conseguir lo que quiero, puedo hacerlo con la ilusión más grande del mundo, el momento de recoger la cosecha y tener resultados no está en nuestras manos.
“Cada día vivido es un día que muere. Lo importante es cada día al amanecer decir: <<Padre en tus manos encomiendo mi espíritu>> y entregárselo al trabajo durante todo el día… Y al final de cada día que muere decir: <<Padre en tus manos encomiendo mi espíritu>> … hasta el último aliento y hasta el último día de mi vida”
¡Cuanto nos afanamos ! Y que diferente fuera la vida si comprendiéramos que cada día que uno vive es un día que morimos porque es un día menos de nuestra vida. Benjamín nos propone entregarle cada día a Dios.. Si cada amanecer le entregamos ese día de nuestras vida:
“Ni una sola sonrisa se perderá, ni una sola palabra de consuelo, ni un insomnio preocupado por los demás, ni un fracaso… ¡nada se perderá! Toda la vida que entreguemos por amor, en sus manos la encontraremos hecha eternidad, porque el amor no puede morir” Es cambiar la visión…“Aprender a resucitar cada día, desde todas las situaciones de muerte que a veces nos toca atravesar en nuestras vidas”
Cary Cary…mas oportuna no puede ser esta reflexiòn!!! Gracias por compartirla.
Te quiero. Yosi
Yo también te quiero…
Gracias por compartirlo conmigo. Aunque no lo parezca, en «encomendar cada día a Dios» estoy desde hace un tiempito (no muy largo, para ser sincero). Lo que sí puedo asegurar es que me ha ido muy bien, nada de lo que he puesto en sus manos ha salido mal. Mi problema siguen siendo los planes a largo plazo y mi impaciencia, ahí es que me «guayo», como dicen. Pero ya iré aprendiendo a confiar en el largo plazo tanto como en el corto. La Fe es como un músculo, hay que ejercitarla para que se mantenga en forma 🙂
Cuanta razón prima, cuanta razón… Me afano en tantas cosas muchas veces, menos en la que de verdad importa. Dios me ha dado en la cruz un instrumento con el cual no desfallecer, para que no me preocupe, para que no me angustie…por que ya El se encargo de eso por mi. Gracias por compartir tus escritos…sabes que me encantan! Un beso!
Que apropiadas son estas palabras en mi nueva encrucijada!! Al igual que Seseum, mi problema es la impaciencia avivada por un temor irresistible a lo desconocido…
Lección aprendida… «En tus Manos encomiendo mi espiritad, Divino Dios!»
En las manos de Dios nada se pierde!
Me ha iluminado las reflexiones de Benjamin Gonzalez.
Quisiera tener acceso a su libro» La Humildad de Dios».
Me lo recomendó mi director espiritual
Gracias