Hace unos años viajando hacia Barcelona me encontré con una historia, prometí que algún dia cuando me dedicara a escribir la contaría… aquí esta, creo que no me quedó tan mal.
Había viajado en varias ocasiones a España, pero era la primera vez que lo hacía sola, siempre había ido acompañada de mi marido, pero en esta ocasión él debía estar el domingo en una conferencia y yo aún tenía trabajo que terminar en la oficina, así que él viajó el viernes y yo partí el sábado al final de la tarde. Decidimos que él se llevaba la maleta así que viajé con una simple mochila.
Aunque estaba acostumbrada a viajar sola, nunca me había tocado en un viaje tan largo, pensaba en las 8 horas de vuelo que tenía por delante sin nadie con quien conversar. Si hubiera sido mi marido no hubiera tenido problemas, porque él era experto en entablar conversación con cualquiera que se le pusiera al lado; a mí, por el contrario, no me gustaba conversar con extraños y menos cuando estaba en un avión, prefería enfrascarme en la lectura de un libro, escuchar música o simplementea dormir.
Estos pensamientos acudían a mi mente mientras me encontraba en la sala de espera para abordar cuando de repente me fijé en aquella mujer sentada frente a mí. Al observarla vi el rostro de una mujer angustiada y muy triste, parecía que había estado llorando. Por la ropa que llevaba parecía una persona de bajos recursos: pantalones crema ajustados con una blusa de flores muy llamativa; llevaba el pelo cuidadosamente arreglado, era delgada, de estatura baja, pero usaba unos zapatos de plataforma que la hacían ver más alta de lo que realmente era y llevaba una bolso grande de viaje.
Mientras esperábamos se levantó varias veces al baño y regresó de inmediato, volvía con la nariz y los ojos rojos por lo que imaginé que iba al baño a llorar, parecía que no podía contener las lagrimas. Yo la observaba por el rabillo del ojo, no quería mirarla de frente para que no se diera cuenta, pero tampoco me animaba a preguntarle qué le pasaba, no soy muy dada a meterme en cosas que no me incumben. Momentos después nos llamaron para abordar el avión, me paré a hacer la fila y en ese momento me olvidé por un buen rato de la mujer.
El vuelo transcurrió de forma apacible, después de pasar unas cuantas páginas del libro que llevaba sin lograr concentrarme en la lectura, finalmente logré dormirme, un sueño inquieto, interrumpido por los momentos de la cena y el desayuno. Solo cuando se oyeron las bocinas informando de que estábamos listos para aterrizar volví a pensar en aquella mujer.
Comencé a imaginar su realidad, que era la de muchas dominicanas que se iban a Europa: siempre salían con la excusa de que iban a trabajar en casas de familia, pero había escuchado de muchas historia en las cuales terminaban teniendo que dedicarse a la prostitución. Tal vez tenía hijos que los había dejado con la promesa de poder encontrar mejores condiciones de vida en otras tierras, enviar unos chelitos mensuales para que pudieran estudiar y tener una vida mejor de lo que a ella le había tocado. Pensé en ese momento en mis hijos, que había dejado solo por unos días y me había entristecido despedirme de ellos. No me imaginaba cómo sería la despedida si no tuviera fecha o boleto de regreso. Con esos pensamientos en mi cabeza bajé del avión.
Debía hacer una escala de un par de horas en el aeropuerto de Madrid, porque mi destino final era Barcelona, así que me dediqué a vagar por el aeropuerto. Era muy temprano y las tiendas aún estaban cerradas. Busqué donde tomarme un café para espabilarme en lo que esperaba, envié un correo a mi marido desde el celular informándole de que ya me encontraba en Madrid y me dispuse a ubicar en una de las pantallas cuál era la salida para tomar mi vuelo hacia Barcelona cuando volví a verla. Esta vez sus lágrimas corrían por sus ojos y caminaba desesperadamente de un lado a otro, se paraba frente a las pantallas de los vuelos y miraba sin saber qué debía buscar. Fue entonces cuando decidí acercarme.
Me paré a su lado, la saludé y luego le pregunté si necesitaba ayuda. Me miró y por primera vez vi sus ojos marrones y un destello de alegría, la alegría de encontrar un compatriota, alguien que hablara su mismo español a quien pudiera preguntarle sin temor a pasar vergüenza. En un segundo secándose las lágrimas me resumió su historia. Que estaba asustada porque no sabía lo que debía hacer. Había venido desde República Dominicana e iba a Barcelona a casa de una tía. Se suponía que su tía viajaría con ella pero luego se le presentó un problema y tuvo que venir antes, así que a ella le había tocado viajar sola. Sabía que debía tomar otro avión pero no sabía dónde debía ir.
Le pedí que me prestara su boleto de viaje y al revisarlo me di cuenta de que viajaba a Barcelona en el mismo vuelo que yo, así que le dije que no se preocupara, yo la llevaría a la puerta de salida donde debía tomar el próximo vuelo. Caminó silenciosamente a mi lado, ella no se atrevía a hablar y yo no me atrevía a preguntar nada. Llegamos a la puerta de salida justo a tiempo. Ya estaban llamando para abordar, así que seguimos caminando una detrás de otra hasta entrar al avión y ocupar nuestros respectivos asientos.
Cuando llegamos a Barcelona y bajábamos del avión se me acercó, me dio las gracias y me preguntó si yo tenía también que recoger la maleta. Le dije que lamentablemente yo andaba con una mochila y no tenía equipaje. Miré a mi alrededor, ubiqué una señora, le pregunté si iba a recoger su maleta y le pedí si podía ayudar a la mujer. Me despedí entonces de ella y le deseé suerte.
Mientras caminaba hacia la salida del aeropuerto, pensé en lo triste que era la realidad de tantos dominicanos que salen de nuestras tierras en busca de mejor fortuna porque nuestro país no es capaz de tener las condiciones adecuadas para que todos podamos tener una vida digna. Llegué a mi destino con la tristeza de mi compatriota que hoy comenzaba una vida incierta instalada en mi corazón.
Un magnifico relato, acertado comentario de los acontecimientos de quienes buscamos un futuro mejor sin rumbo cierto.
Me atrevo a incluir que no existe diferencia por el pais de origen, todos en general estamos en el mismo bote, la incertidumbre nos lleva al temor, sin embargo siempre hay alguien quien puede y desea compartir su conocimiento y tiempo para extender una mano.
Pues sí. El profe tiene razón. Me encantó.
Y pienso que definitivamente ya has pulido aquellos detalles que te comenté cuando leí el primer trabajo de tu clase. Ahora está perfecto. Así se escribe, madame.
Cariños.
Tus escritos dejan mucho a la reflexión ya que cuantos seres están lejos de su patria por buscar mejores oportunidades,a muchos a veces les va bien pero son la minoría ya sea por falta de recursos o simplemente por la poca educación que tienen fracasan,y tambien el factor suerte, me encanto tu aporte ya que siempre es bueno pensar en el projimo y que mejor manera que esta dando, a conocer una realidad, que viven muchos seres de este mundo Dios te bendiga Carolina un Abrazo y no dejes nunca de expresarte
Irma…