Hace unos días, me tope con una caja llena de cartas de hace aproximadamente 30 años. Fueron las cartas que recibí de mi familia mientras hacía mi maestría en Guatemala, entre ellas también estaban las cartas que escribí a quien era mi novio en aquella época y quien luego se convirtió en mi esposo y ex-esposo. Me quedé con las cartas porque él no se las quiso llevar cuando se fue de casa. Nunca las quise tirar porque sé que ellas tenían la historia de mi vida durante aquellos años que viví en Guate.
Hace 10 años que las guardo y nunca las había querido volver a leer, porque pensé que sentiría nostalgia y conociéndome terminaría llorando. Pero cuando vi la caja tirada en el cuarto de desahogo, pensé que se estaban maltratando y si habían logrado sobrevivir durante más de 30 años lo menos que les debía a aquellas letras sobre papel era cuidarlas.
Mi primera intención fue solo organizarlas, así que me fui a la librería y compré unas carpetas y plástico y me armé de valor para sacarlas de la caja donde estaban maltratadas, por supuesto que poco a poco caí rendida ante ellas y termine leyendo una parte. Sentí nostalgia, pero para mi asombro no lloré.
De repente revivir aquellos días, me recordé a mi misma, al final de cada día sentada escribiendo como en un diario mis alegrías, tristezas y frustraciones, al final de la semana las enviaba todas juntas. Fue increíble descubrir, incidentes de mi vida que había olvidado completamente y otros que recordaba de una forma completamente distinta a cómo habían ocurrido. Lugares que visité que no recuerdo en ningún rincón de mi memoria, por mas que hice el intento, y a pesar de que aquellas cartas están descritas con detalle. Personas con las cuales compartí que, aunque describo lo que había hecho con ellas no logré ni siquiera recordar sus rostros o bajo qué circunstancias les conocí.
Siempre me he ufanado de mi buena memoria, pero descubrí que «ella» es bien selectiva y que solo recordamos una parte ínfima de lo que nos ocurre.
Pero el descubrimiento más grande que hice de esas cartas fue encontrar en mí una persona que no es ni sombra de quien soy ahora, los sueños de aquellos tiempos que se los llevó el viento y preguntarme cómo terminé siendo quien soy.
Si en aquella época hubiera sabido todo lo que ahora sé: de la vida, del tiempo, de los sueños, de lo frágil que es hacer planes, si hubiera tenido la profundidad espiritual que tengo ahora, qué diferente hubiera sido esos días. No me estoy lamentando, solo pienso en voz alta.
Hay un libro de Paul Auster que me gustó mucho 4321, ¿cuantas vidas distintas pudimos haber tenido? Pero solo tenemos una, que la vamos construyendo cada día con las decisiones que tomamos, porque con cada decisión elegimos un camino.
Al mirar hacia atrás ¿debemos arrepentirnos del camino desechado? creo que no, decía mi amigo Daniel, que no debemos arrepentirnos de las decisión que tomamos porque en el momento que lo hicimos, pensamos que era la mejor, pero creo que siempre habrá nostalgias que quedarán.
Me alegro de haber guardado las cartas, y de volver a leerlas 30 años después. Me alegra descubrir que me gusta mas la persona que soy hoy, aunque… alguna que otra nostalgia siempre aparecerá.