El arte de llegar a ser uno mismo como ser humano consiste en transformar lo que sobreviene de afuera en un acto de entrega y amor… Cada día sobrevienen cosas desde afuera. Puedo enfadarme por eso, irritarme, o puedo aceptarlo y transformarlo. Anseln Grum
En esto días he recordado a mi tía Josefita, le tenía un cariño bien especial. Era la viejita más alegre que jamás haya conocido, nunca se quejaba, cuando uno llegaba y le preguntaba cómo estaba, ella siempre decía BIEN. Un día Luis Henry le preguntó que ella hacía para estar siempre tan jovial, y ella le dijo que no se juntaba con viejos, tenía 85 años, decía que los viejos se pasaban el día entero quejándose de sus achaques.
Siempre dije que cuando fuera vieja quería parecerme a Tía Josefita, pero resulta que, al pasar balance a los días de mi vida, también yo me paso la vida quejándome, y eso que no soy vieja: que si tengo mucho trabajo, que si es un trabajo que no me gusta hacer, que si los calores de la menopausia, que si hay muchos tapones, que si el idiota que está delante de mí es un imprudente y me lo quiero tragar desde mi carro, aunque él ni siquiera se va enterar de todos los insultos que le lanzo. Ante esta realidad todo apunta a que no me voy a parecerme en nada a mi tía.
Así que este año entre mis propósitos he incluido dejar de quejarme. A mi favor, porque sé que Dios siempre me manda los mensajes que necesito escuchar, encontré esta frase de Grum. Llegar a ser uno mismo como ser humano, es transformar lo que sobreviene de afuera y no está bajo mi control; aceptarlo y transformarlo; no se trata de un acto pasivo: aceptarlo y quedarme sin hacer nada, eso es conformarse, se trata de transformarlo en un acto de amor. Yo decido que, lo que viene de afuera no me va a quitar la paz, simplemente voy a tratar de resolverlo sin irritarme, alterarme o enojarme.
Debemos aprender a transformar esas cosas que le causan amargura a nuestra vida. Quiero que mis hijos y mis nietos, cuando los tenga, me recuerden como una viejita alegre igual que mi tía Josefita.