Recuerdos


Cuando lo conocí la primera vez me asusté. ¿Tendría que compartir oficina con aquel gordo con esa cara tan seria? Pensé incluso que me parecía odioso. Por una circunstancia descubrimos que teníamos varios amigos comunes y entre conversaciones y cruces fortuitos, cuando yo entraba y él salía de su oficina, descubrimos cada vez mas coincidencias. Fue entonces cuando su cara seria comenzó a transformarse, primero en una sonrisa agradable, luego hermosa, y al final en aquella carcajadas escandalosas que le ahogaban la voz, siempre en medio de alguna historia que contar.

Recuerdo cuando le pedí que me enseñara a usar la computadora y me anotó en un papel todos los comandos. Logré aprenderlos de tanto repetirlos y luego perdí el papel. Cuando no me acordaba de alguno, me levantaba del escritorio, caminaba veinte pasos hacia el suyo y con mi carita de niña buena, le preguntaba: ¿Cómo es que se pone la eñe? Y el lleno de paciencia y con su sonrisa, volvía a decirme, amenazándome con no repetírmelos jamás.

Le gustaba cocinar, sabía preparar las mejores hamburguesas hechas en casa. Y me enseñó que el espagueti se debe comer al dente: «la olla más grande que tengas en la casa, sal, nueve a once minutos y luego agua fría»

Un día le dije que me iba, el trabajo por el cual había llegado allí se había terminado. Se alegró por mi y con su optimismo me dijo que había llegado el momento de que nuestras vidas tomaran caminos diferentes. Echaría de menos su alegría, le dije; encontraras alguien más que te haga reír, me respondió.

Unos años después volví a encontrarlo, fue la última vez que lo recuerdo. Usaba unos breteles para retener sus pantalones. Había perdido peso. La nueva imagen le sentaba bien, siempre había sido bien parecido, pero ya no estaba tan alegre como siempre.

Han pasado algunos años y no había vuelto a saber de él. Así es la vida, tienes los amigos, cada uno toma su rumbo. Personajes que significaron muchas cosas, que permanecen en el subconsciente y nunca desaparecen.

Es un sábado de una noche cualquiera de octubre. Estoy sola en casa y pienso que la vida es demasiado frágil. Que nos afanamos tanto por muchas cosas y no sabemos que tal vez nuestro último día está al doblar de la esquina. No es pesimismo, pero tal vez es un buen momento para repensar la vida y darle un giro: Tomar decisiones que nunca hemos tomado, decirle a los demás que los queremos, dejar ese trabajo que nos hastía la vida, olvidarnos de una vez por todas de ese amor lejano, imposible y sin sentido, irnos a ese viaje soñado que nunca nos hemos atrevido, dedicar el resto de nuestras vidas a ese anhelo del corazón.

…Ayer me enteré que había hecho su ultima broma, que con su alegría, que siempre le caracterizó, se burló de todo y se marchó antes de tiempo. Nos dejó de este lado, solos con todas nuestras miserias, alegrías y tristezas. Quiero volver a imaginarlo detrás del montón de papeles de su oficina y con aquella risa escandalosa que me alegró aquellos días.

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