Venencio el Agorero


Desde pequeño habían salido a relucir mis dotes de adivinador, con apenas 5 años me paraba en la ventana de la casa y le iba gritando sus desgracias a los vecinos que me caían mal. Pero no siempre vaticinaba cosas malas, muchas de mis predicciones se cumplían al cabo de un tiempo, aunque algunos envidiosos afirmaban que la mayoría de las veces la gente forzaba las coincidencias. Siempre recuerdo lo que le pasó a Ramona, si se hubiera llevado de mi fuera millonaria:

— Venencio me dijo que prestara atención a mis sueños porque serían la causa de mis bendiciones y mis desgracias – dijo la señora Ramona a su comadre.

— ¿Ah si? ¿Te dijo esto? ¿y que hiciste? – le respondió la comadre curiosa.

— Eso fue lo malo que no le puse caso. Entonces el domingo me soñé que mi abuela se me aparecía y me hablaba, pero solo la vi de espaldas. Me acabo de enterar que en la lotería del domingo salió el 42.

— ¿Y eso que tiene que ver con el sueño o con la predicción de Venencio?.

— Pues que mi abuela nació el 24 de agosto, como la vi de espaldas tenía que jugar el 42, pero como no le hice caso a Venencio.

— !Te he dicho miles de veces que ese chico es un agorero!

A los 16 años un tío que tenía en los Estados Unidos me declaró como hijo suyo y haciendo triquiñuelas como solo los dominicanos sabemos hacer, conseguí irme para los Estados Unidos. Emigré a otras tierras que me ofrecieran mayores posibilidades.

Seguí adivinando y  un día descubrí que en Estados Unidos todo era posible y que podía vivir de eso. Me puse una túnica verde oliva, un turbante en la cabeza, conseguí  una contrata con un canal de televisión y monté mi propio programa de adivinación. El programa consistía en invitar estrellas de la farándula y adivinarles su futuro. Las estrellas pagaban porque yo, Venencio, los invitara  y tenían una fe ciega en mis predicciones.

Mi fama creció enormemente,  me mandé a hacer docenas de túnicas y turbantes verdes de diferentes materiales y establecí un sello inconfundible. La gente me reconocía donde quiera que iba, y en los aeropuertos llamaba mucho la atención y se me acercaban a pedirme autógrafos. Me gustaba presumir, sobre todo cuando me encontraba compatriotas de Republica Dominicana.

— ¿Eres dominicano? Ah un compatriota! A mis amigos dominicanos les leo la fortuna gratis.

Entonces le tomaba la mano, sin darle tiempo a negarse y comenzaba mi proceso de adivinación:

—           Eres casado. Tienes dos hijos varones y siempre has soñado con tener una niña y la tendrás  — me aventuraba a adivinar mirando fijamente los ojos de mi coterráneo.

Mi interlocutor entonces un poco asombrado e intimidado reconocía que en efecto tenía 2 hijos, pero con una mirada triste en sus ojos, afirmaba que su esposa ya no podía tener mas hijos.  Entonces yo me apresuraba a decirle:

— No estés tan seguro mi querido amigo, veo también que no eres feliz en tu matrimonio y tu cuñado es un hombre muy ruin que va a contribuir a la ruina de esa relación  — vaticinaba con voz potente y segura y  terminaba convenciéndolo de mis predicciones.

Durante mis años de éxitos todo  marchó a pedir de boca, hasta que se me ocurrió invitar al programa a aquella actriz que estaba muy de moda en los teatros de New York. En ese momento comenzó toda mi desgracia porque le vaticiné que veía una tragedia sobre su aura. La actriz salió muy asustada gritándome toda clase de improperios, y no hubiera pasado de un mal rato en el programa si al otro día no hubiera aparecido muerta en el baño de su apartamento.

La policía me estuvo investigando durante semanas y menudo escándalo que se armó. En  mi país, donde el morbo es alimento de los televidentes el asunto hubiera servido de publicidad, pero en Estados Unidos las cosas se manejaban de otra forma y el programa comenzó a decaer. Finalmente  aunque no hubo acusaciones en mi contra y luego salió a relucir que la actriz tenía problemas mentales y al parecer había sido un suicidio, los artistas dejaron de estar interesados en asistir a mi programa y cada vez me costaba mas conseguir  tele-audiencia y personas a quien hacerle predicciones.

Intenté cambiando de artistas a políticos, pero estos solo estaban interesados en mis servicios en tiempos de campaña y era muy arriesgado hacer predicciones sobre esas personalidades que luego resultaban un tanto peligrosas.

Al final me gasté toda la fortuna que había acumulado, tuve que vender todo lo que tenía para pagar  las deudas que había contraído y  regresar a mi tierra natal.

Y aquí estoy todas las tardes me pongo mi túnica verde, me siento en el parque del pueblo y pongo una mesita para recibir a las mujeres que son las únicas que  aún creen en mis predicciones. Y comienzo diciéndoles:

— Debes de prestar atención a tus sueños porque serán la causa de tus bendiciones y tus desgracias!!!

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