Era una niña de 10 ‘0 12 años, porque en esa época a esa edad aún uno era una niña o un niño. Mi para es coleccionista de sellos, y supongo que por ese Hobby o simplemente porque eso era algo habitual, recibía muchas cartas, siempre llegaba el cartero por lo menos 2 –3 veces a la semana y yo soñaba con recibir una carta. Creo que un día le pregunté a papi que uno tenia que hacer para recibir cartas como él, y me respondió: “Escribirle a alguien para que te escriban”
Así que un día que a mi hermana se le ocurrió comprar una revista “Tu”, que comenzó a circular en esa época, yo decidí comenzar a escribirle a las chicas que salían en la revista que querían intercambiar amistad. Mi hermana y yo le escribimos a varias de ellas y la alegría fue inmensa la primera vez que me contestaron. Supongo que allí nació mi afición por escribir cartas. Me hice fanática de los amigos por correspondencia y me llegaban montones de cartas, de México, Ecuador, Cuba, Guatemala, una chica de Panamá fue la que mas tiempo duró intercambiando cartas conmigo, se llamaba Ely.
Luego llegó la época de la universidad y los amigos se graduaron y comenzaron a irse a estudiar a otros países, y me llego mi turno de partir, en ese momento aprendí el valor de una carta y la alegría que se siente al recibir noticias de un ser querido. Cuando llegue a Guate, decidí escribirle a todos mis amigos y familiares, y mas temprano que tarde todos fueron contestando, así que llegue a tener cartas de todos mis relacionados: amigos, compañeros de trabajo, tíos, primos, mis hermanos. Mi papá me escribía una carta semanal, que numeraba, así que tengo hasta la carta no. 60, supongo que con su orden y lo metódico que es anotaba en algún cuaderno cada semana el No. de la carta, porque eran cartas escritas a mano.
Las cartas llegaban a la oficina de la dirección de la universidad y la ponían en un casillero por apellidos, así que si cualquiera del grupo pasaba por allí, revisaba si había cartas y traía las de todo el grupo. Nidia, la amiga Salvadoreña, ya se conocía la letra de todos los que me escribían y llegaba dando gritos y me decía “Carta de tu papa!!!!”
Una carta muy especial y que recuerdo con mucho cariño aún fue la de mi Tío Moisés. Quien iba a decir que aquel gran hombre tan seco y silencioso, se sentaría con papel y lápiz a escribirle una carta a una sobrina, fue tan maravilloso recibir una carta de él.
Mi anécdota favorita con respecto a las cartas fueron las que le escribí a Luis Henry, en ese tiempo era mi novio, y cada noche me sentaba en el escritorio y le contaba todo lo que había hecho durante el día. Cada lunes, reunía todas las cartas que había escrito durante la semana y se las enviaba juntas. Eso hice durante dos años y tres meses, así que mi vida en Guate está escrita en esas cartas, algún día las volveré a leer.
Hace tres meses, me toco hacer una limpieza y organización en casa y encontré una caja con todas mis cartas. No se cuantas habría pero debían haber mas de 2,000 cartas porque encontré cartas desde que tenía 12 años.
La vida ha cambiado tanto!!!, ahora solamente tenemos que sentarnos en la computadora escribir una carta y darle clic y en segundos los amigos podrían recibir el mensaje y podrían respondernos de inmediato, sin embargo la prisa de la vida, ni siquiera nos deja tiempo para hacer esto. Puedo afirmar sin temor a equivocarme que cuando vivía en Guate me sentía mas cerca de mis amigos que ahora. Y no es un reproche, porque yo tampoco les escribo.
Recuerdo que mi amigo Daniel me escribió en una de sus cartas lo siguiente: “Las cartas son visitas cuando los amigos están lejos”. Hoy siento la nostalgia de aquellos días y pienso que de vez en cuanto deberíamos retomar la hermosa costumbre de escribir cartas a los amigos y sentir que no estamos tan lejos de los demás.
¡Hola!
Hace un tiempo que no paseaba por tu blog, y me encata que sigas escribiendo tan así, tan sincera y directa.
Ahora a lo que iba:
Leyendo me di cuenta de lo afortunados que somos, todos los que alguna vez hemos recibido una carta, o cualqueir correspondencia que sea capaz de transmitirnos un sentimiento, la emosión de esperar una carta, mejor aún si esta está escrita por un puño capaz de crear letras.
Lamento por todos los que nunca han recibido una carta el que la costumbre se haya perdido, y lamento más, por todos aquellos que nunca han tenido la experiencia de escribir una de ellas, con su propio puño, con su propia letras, y con el corazón en la mano.
Gracias, por recordarme lo afortunados que somos de haber podido experimentar algo que la tecnología jamás podrá ofrecer.
Saludos de nuevo, desde Guatemala.