En el año 2010, escribí este Post: “Algunas vidas son deprimentemente aburridas”. En el contaba la historia de unas vendedoras de flores que están en el Supermercado Nacional.
En ese momento hice la conjetura que para matar el tiempo se ponían a contar los carros que subían y bajaban del parqueo. Mi post terminaba de la siguiente manera: En ese momento me llego un sentimiento profundo de tristeza, era una escena en verdad deprimente. ¿No tener nada que hacer mas que contar los carros que nos pasan por el frente?!!!, pero la realidad es que así discurre la vida de muchos de nuestros compatriotas, o aun mas de mucha gente en el mundo… y nosotros tanto que nos quejamos.
El domingo es día de las madres y mi hijo y yo andábamos comprando algunos regalitos, de repente ví las vendedoras de flores y me antojé de unas flores para mi. Asi que nos acercamos, volvimos a escuchar la letania y mi hijo y yo volvimos a pensar en aquel momento en que escuchamos por primera vez el asunto.
― Siempre he sentido curiosidad por saber porque hacen eso, es mas he sentido la tentación de preguntarles — Le dije en voz baja a mi hijo. El sin ningún tipo de pudor les pregunta:
― Amiga una pregunta: ¿Por qué ustedes cuentan los carros que suben y bajan y pasan?
―Ah. Lo que pasa es que vamos adivinando si suben o bajan o vienen o van y la que adivine se gana el turno y entonces el próximo cliente que llega es de la que adivina.
Mi hijo y yo nos matamos de la risa y no podíamos creer que aquel juego que una vez pensamos que era locura, hastio o aburrimiento era simplemente un mecanismo de sorteo para decidir quien atendia a que cliente, de ahí la importancia de estar tan atentas a los carros.
Pensé que hace unos años habíamos violado uno de los cuatro acuerdos: “no hacer suposiciones”, asumiendo vidas aburridas cuando en realidad son vidas sabias que van buscando como ser, en cierta forma, organizadas y civilizadas.
Me retracto públicamente y doy un aplauso a aquellas mujeres que buscaron un logística de trabajo, divertida y original.