Don Ernesto y doña María


Hace años que ruedan por mi casa, son dos viejos de cerámica que encontré en una tienda de antigüedades. Cuando los vi pensé que de viejita quería ser como ellos y sin pensarlo dos veces los compré.

Un día se me ocurrió ponerles nombre: Doña María es una viejita coqueta, gordita con un sombrero de esos de puntitos que solía usar mi abuelita. Está  bordando un calcetín con su pequeño gato sobre el regazo. Al lado de ella, está Don Ernesto, su esposo, con sus lentes de leer, usa una bata de esas ceremoniosas que usan los viejos ricos y sus pantuflas, solo tiene un penacho de cabellos en la coronilla y el resto de la cabeza es calvo, al final una chiva en su barbilla. Don Ernesto tiene en sus piernas un pequeño perrito Poodle. Ambos están sentados en una mecedora.

Día 1.

Me senté en el sillón que está al lado de la mesa donde están los viejos, estoy triste, terminé con una relación de varios años, tenía la ilusión vivir para toda la vida con mi compañero de vida y terminar mis días como ellos: en una mecedora al lado de mi viejo. Los miro y pienso que la vida da muchas vueltas. Me detengo a observarlos con detalle. No me había fijado que colores tan hermosos tiene la pijama del viejo, sus pantalones son de un color naranja que hace juego con su camisa y ahora es que caigo en la cuenta que tiene una pipa en la mano. La falda de doña María es de un rosa intenso y todo el borde está lleno de encajes. Hoy tuve la sensación de que me acompañaban, como si quisieran consolar mi pena.

Día 2.

Llegué a casa y no se porqué sentí la tentación de sentarme al lado de los viejos. Ayer me dio la impresión de que los viejos se mecían solos. Como estaba triste y tenía lagrimas en los ojos, pensé que era mi imaginación. Hoy me senté con un libro en la mano, simulaba que leía, y de reojo los miraba y efectivamente, se mecen solos. ¿Me estaré volviendo loca?

Día 3.

No puedo resistirlo, volví a sentarme al lado de los viejos, esta vez descubrí a  doña María tejiendo el calcetín, mueve su agujeta y parece contar pasadas además tuve la impresión de que el calcetín está mas grande que ayer. ¿Será que esos viejos tienen algo de magia?

Día 4.

Salí de la oficina disparada para la casa, solo pensaba en llegar y descubrir que nuevo secreto me traerían los viejos en el día de hoy. Me senté a observarlos y nada, ni se movían. ¿Habré imaginado todo? Entonces reflexioné que de repente solo lo hacían cuando ellos pensaban que no los estaba observando, me puse a leer y por encima del libro miraba de vez en cuando, pero nada. Creo que esto de estar sola me está afectando mas de la cuenta.

Día 7.

Han pasado varios días desde que creí  descubrir que los viejos se movían. Hoy ya casi ni lo recordaba.  Volvía a sentarme en el sillón. De repente por el borde del libro vi una columna de humo que subía, al mirar furtivamente observé que el humo salía de la pipa de don Ernesto, fumaba mientras acariciaba el perrito que lleva sobre las piernas. Lo miré perpleja y se sonrió abiertamente. Abrí la boca sin creer lo que estaba viendo.

Día 8.

Me dispongo a leer nuevamente, me siento en mi sillón preferido al lado de los viejos y esta vez es doña María  a quien veo  acomodarse los lentes para poder ver mejor su tejido. No hay dudas ¡estos viejos se mueven!, el calcetín casi le llega a los pies de la mecedora, me mira con su mirada tierna que me recuerda a mi abuelita. El gato parece maullar sobre sus piernas como pidiéndole que le acaricie, ella le hace caso, lo mima y luego continua con su labor.

Día 12.

Es increíble como me ha cambiado la vida desde que descubrí el secreto de mis viejos, pensar que tenía tantos años con ellos y no había descubierto el encantamiento que esconden. Hace días que no he vuelto a sentir tristeza, ni soledad, percibo que ellos me acompañan y que puedo compartirle mis penas o mis alegrías, cuando llego les hablo, los saludo y me sonríen, se mecen tranquilos como si pasaran el día esperando mi regreso.

Día 25.

Conocí un hombre maravilloso que me presentó una amiga, estuvimos conversando como si nos conociéramos de toda la vida. Llegué a casa contentísima a contarle a los viejos lo que me había ocurrido. Ellos se miraban entusiasmados con la historia. Don Ernesto parpadeaba y se subía las gafas, fumaba su pipa. Doña María comenzaba el segundo calcetín mientras el gato parecía divertirse. ¡Que maravilloso es poder llegar a casa y tener a quien contarle mis alegrías!

Día 35.

Hoy en la mañana le dije a mis viejos que esta noche traería de visita a Francisco, se miraron un poco contrariados, como cuando le dices a tus padres que vas a traer el primer novio a la casa. Me pareció divertida su actitud. Luego pasé todo el día un poco confundida. No sabía si estaba preparada para compartir el secreto de la magia de mis viejos con nadie, así que estuve todo el día preocupada pensando, ¿qué pasaría si a los viejos les daba por comenzar a fumar o a mecerse, o a tejer en medio de la visita de Francisco? ¿Cómo él reaccionaría? Y yo ¿Qué diría entonces? ¿Tendría que actuar con naturalidad y simplemente decir: “si son los viejos que me acompañan siempre, llevo años de compartir con ellos”? Al final no ocurrió nada, los viejos se comportaron como dos piezas de cerámica común y corriente. No dijeron “ni esta boca es mía”.

Día 45

Mis viejos no han vuelto a hacer nada. Cada noche recibo la visita de Francisco. Nos compenetramos perfectamente y estamos pensando que podemos tener una relación. Nos sentamos en un sillón de dos que está al frente de la mesa en la que están los viejos.  Mientras conversamos a veces los miro de reojo y echo de menos su compañía, su movimiento cadencioso de la mecedora, el humo de la pipa de don Ernesto y el maullar del gato de doña María. Estoy contenta porque creo que he encontrado un compañero y vuelvo a tener la ilusión de que tal vez al final si pueda terminar mis días como ellos, sentada en una mecedora, con mi gato en el regazo y tejiendo calcetines para los nietos. En todos estos días hasta había tenido la duda de si todo esto no habrá sido una ilusión mía, pero mientras escribía estas líneas de repente vi a Don Ernesto picarme un ojo.

3 comentarios en “Don Ernesto y doña María

  1. Amiga.. que ternura!! Linda historia. Me gusta la mezcla de humor, fantasía y a la vez comunicación objetiva de un mensaje.
    Felicidades!!

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