Seis de la mañana, sale de su casa como cada madrugada, a su caminata habitual. El sol aun no ha salido y en horizonte se observan las luces de la ciudad cercana. Un barco y cuatro luces intermitentes rojas y verdes que lo guían a medida que se acerca al puerto. Sobre el mar se reflejan las luces de los faros de la calle y a lo lejos se distorsionan haciendo zigzag en el agua. Pronto saldrá el sol, lo espera con ansias.
Mientras camina a paso rápido va repitiendo en su mente: uno, dos, tres, y cada tres pasos: levanta los brazos al cielo y mira hacia arriba. Espera, sabe que en un rato saldrá el sol.
A su lado pasan los caminates de la mañana, unos marchan con pasos lentos como si cada pie tuviera que pedirle permiso al otro para levantarse. Hay quienes van en grupo o en compañía, caminando con charlas animadas acerca de los últimos incidentes o las noticias publicadas en el periódico de la tarde. Siempre son los mismos, mientras camina le entretiene pensar en la vida de ellos. ¿Cómo seran sus vidas? ¿También ellos esperaran como él la salida del sol? Observa e imagina: Los tres amigos, que van a paso lento, el grande, el canoso y el calvo. La pareja de esposos, si deben ser esposos, porque siempre van agarrados de la mano: el señor y la señora de color. El joven con su cara siempre ladeada y su perro, ¿Por qué caminará con la cara de lado? ¿Los perros siempre se parecen a su dueño? Y a cada paso de un caminante, él levanta sus brazos al cielo, mira hacia arriba, escudriña la salida del sol y espera, camina a paso acelerado.
Esta vez dirige su vista hacia el barco que está a lo lejos, imagina que será de turistas por la cantidad de luces que tiene, si fuera de carga, no tuviera tantas luces. Debe ser angustiante estar metido en uno de esos. Piensa que no quisiera estar allí, en medio del mar, mareado, sin poder pisar tierra firme, no, él es hombre de tierra, le gusta sentir el suelo bajo sus pies, eso de andar flotando, a los peces, y además la noche. ¿Cómo será en un barco? No podría soportarlo, si en tierra apenas puede, no se imagina en un barco, moriría de agonía. Desvía su vista del barco y vuelve a buscar el horizonte, ya se asoma, se ven las los colores naranja por encima del aún negro mar, pronto estará allí, lo espera, lo intuye, casi termina la agonía.
Avanza de nuevo a pasos cada vez mas acelerados, deja atrás a todos los caminantes: uno, dos, tres; uno, dos, tres , y asoma el amarillo, comienzan a aparecer los azules y verdes del mar y sabe que pronto terminará, pronto saldrá el sol y todo terminará.
A estas alturas, ya va llegando al final de su caminata, va disminuyendo un poco la marcha, y llega al borde del muelle. Por allí no camina nadie, lo sabe, porque cada mañana termina allí su caminata. Finalmente detiene la marcha, se sienta y escucha latir su corazón aceleradamente, luego se va tranquilizando, su pulso va haciéndose cada vez más normal hasta que logra calmarse, se sienta en posicion de loto, levanta los ojos al cielo y con el último suspiro ve el sol asomar en el horizonte. Al fin esta allí, al fin termina su angustia, al fin estará tranquilo, porque ya no tendrá que intentar dormir, podrá dedicarse a vivir, hasta que el sol vuelva a ocultarse del otro lado del horizonte.
Cada vez mejor, Caró. Este es impecable. Sigue adelante.
Memo.
Se ven unos trazos de Garcia Marques en este relato… Quizas por los colores…