11:30 a.m. me preparé una taza de café. Pero no tengo deseos de tomar café negro aunque es mi preferido. Saco un frasco de «Cremora». Y vierto una pequeña cucharada. Observo como la crema se va mezclando con el café y como el negro retinto se va convirtiendo en crema. Miro de nuevo el frasco: «Cremora: La tradicional» y de repente esas palabras desatan una cadena de recuerdos.
Domingo en la tarde. Calle Bartolomé Colon. Todos los adultos duermen y los chicos nos dedicamos a vagar por la casa y explorar aquellas habitaciones llenas de cosas prohibidas pero atractivas.
Mis hermanos juegan tirándose de sentaderas por las escaleras o por el pasamanos, aunque nos lo tienen prohibido. Tratan de no hacer bulla para no despertar a la abuela y al abuelo que está enfermo en la habitación del fondo. Y mientras, yo vago por las habitaciones desocupadas abriendo gavetas en silencio, espiando, descubriendo secretos de otros tiempos y otras personas, secretos que nunca entenderé pero que llenan mi curiosidad.
Me aburro de abrir gavetas. Ahora mis hermanos están en la segunda planta. Todos los adultos continúan durmiendo, las chicas del servicio no se donde se han metido. Así que me voy a la cocina. Encuentro la mesa del comedor pequeña, no la grande, donde normalmente almorzamos los pequeños, está justo al lado de la cocina y allí está el frasco: «Cremora: La tradicional». Me escabullo hasta la cocina y escarbo entre los anaqueles hasta que encuentro una pequeña cuchara. Regreso sigilosa a la mesa. Tomo el frasco de Cremora e introduzco la cuchara y de ahí a la boca. Siento el sabor a leche derretirse poco a poco en mi boca. Solo la dejo disolver sin mover la boca o los labios no vaya a aparecer alguien y me descubra. Miro de repente la cuchara en mis manos y no puedo resistirme voy por una segunda cucharada de «Cremora La tradicional»… recuerdos solo recuerdos.
Esas sinapses son increíbles, no?
Jejeje… Me acuerdo perfectamente de que nos comíamos la Cremora de abuelita.
Yo casi nunca tomo café, pero un día de estos voy a comprarme una Cremora para comérmela cucharada a cucharada y volver a ser niño cada vez.
Hermoso texto. Gracias por compartirlo 🙂