Para educar hay que hacerlo con el ejemplo y no se puede hacer a control remoto.


Regrese de unas excelentes y merecida vacaciones y estoy retomando de nuevo mis cosas. Tenía abandonado mi blog, pero era por una buena causa: estaba descansando, ya les traeré alguna historia que escribí sobre el maravilloso lugar que visité, pero lo haré con una relato corto inventado.

Como parte de retomar mi vida, volví a mis lecturas mañaneras que le dan tanto sentido a cada uno mis días.

Tal vez un poco influenciada porque pasé tres semanas a tiempo completo con mis hijos, me ha llamado la atención fuertemente la lectura de Esther de Wall que tiene un poco que ver con esa tarea de educar o formar, que nos toca a los que somos padres.

“El proceso de formación, es similar al de un aprendiz a quien otra persona enseña una habilidad. En el mundo antiguo esa habilidad se transmitía de padre a hijo… Supone imitación y un paciente proceso de contemplación y repetición, un aprendizaje compartido que debe mucho al hecho de la cotidiana vida en común”

Nuestros hijos aprenden de nosotros, pero solo cuando convivimos con ellos día a día. No se enseña hablando, se enseña actuando. Cuando ellos nos ven actuar entonces van aprendiendo.

Hace unos meses, mi hijo mayor me dijo una frase que llenó de satisfacción y alegría, era con relación a un trabajo que tenía que entregar en un curso que estaba llevando: “con una mamá tan trabajadora como la que tengo, lo menos que puedo es hacer las cosas como deben ser y trabajar duro”.

Entonces pensaba: ¿qué pasa con nuestras familias cuando las cosas no salen bien y a algunas nos toca ser papá y mamá a la vez? Un hombre no puede ser papá a distancia, no se puede ser “papá de fin de semana”, cuando no está no puede enseñarle nada a sus hijos porque no los ve, no vive con ellos,  como dice Esther: “ese aprendizaje sólo se logra en la vida común cotidiana compartida” y yo agrego en el día a día.

Y dice Esther: “Comunicar de palabra y obra todo por medio del ejemplo: el mensaje de su propia vida es más efectivo que sus palabras”.

La educación no puede ser a control remoto, debemos convivir con nuestros hijos y enseñarles con nuestra propia vida.

Voy a aclarar que al escribir esto puedo tocar sensibilidades de personas muy cercanas a las que quiero, pero voy a ser bien sincera con lo que pienso.

Sé que muchos me dirán, que si una relación de pareja no funciona uno no debe ser masoquista y simplemente debe dejarla. Esta bien, lo comprendo, respeto al que lo haga, pero no lo acepto, me niego a aceptarlo como una simple ecuación matemática, me niego aceptarlo cuando la decisión de dejar a tu compañero o compañera se toma de forma tan ligera.

Nuestros hijos no nos pidieron que los trajéramos al mundo, fué una decisión de nosotros y creo que es nuestra responsabilidad educarlos, formarlos, enseñarlos con el ejemplo. Cuando un hombre que tiene hijos con una mujer (o el caso contrario) decide dejarla de forma tan ligera, como se esta volviendo costumbre en nuestros tiempos, opino que no está pensando en sus hijos. Es egoísta, solo piensa en él. Mejor debió haberlo pensado antes de comprometerse con una familia.

Dicho esto, que puede no gustarle a muchos, termino diciendo: que la vida que nos toca es una realidad y muchas veces no está en nuestras manos cambiarla. Hubiera dado cualquier cosa por no tener que hacerlo sola, pero en este caso, no lo decidí yo. Al menos me queda la satisfacción de que parece que mis hijos van aprendiendo con mi ejemplo. Sé que es una enorme tarea, es una gran responsabilidad, aún me queda mucho camino por recorrer y pido a Dios que me ayude a llevar a cabo de la mejor manera.

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