Abrí despacio la puerta de hierro, siempre pensaba que eran demasiado puertas las que había que abrir para entrar a la casa. En otros tiempos fue peor, había que abrir tres puertas y un candado. Cuando llegaba cansada me costaba tanto encontrar la llave correcta para cada una de las cerraduras. La cosa cambió cuando decidieron poner aquella reja inmensa, la casa había perdido todo su encanto. Mucho antes, era fácil explicar la dirección: “la casa de la palmita grande frente al club”, no había pérdidas, luego cuando se le ocurrió la herejía de tumbar la palma y poner aquella inmensa reja, la referencia fué: “la casa que parece una cárcel penitenciaria”, no era muy romántica que digamos esa descripción.
Finalmente hice girar la llave de la puerta principal y entré, era extraño llegar a la casa sabiendo que no encontraría a nadie, había estado evitando volver, pero finalmente tenía que enfrentar la realidad de que ella ya no estaba.
Recorrí el pasillo como lo había hecho durante más de 50 años, pero antes de entrar en la habitación principal, mi corazón me llevo allí, a la única habitación que había quedado en la casa después de la remodelación, había sido mi habitación. La puerta estaba cerrada, era extraño, siempre estaba abierta, porque luego pasó a ser la habitación de todos. Giré lentamente el manubrio y entré.
Era una habitación pequeña, no sé porque la recordaba grande, en un tiempo había sido la habitación principal de la casa, así que me imaginaba que debía ser mas grande, ¿hace cúanto tiempo que no entraba en ella?. Allí estaba el closet, con su puerta de metal, testigo de todos mis sueños de niña. Halé la puerta y chirrío, igual que siempre, pero ahora retumbó en toda la casa. Estaba lleno de ropa, me abrace a ella y sentí el olor profundo, ese olor inconfundible de toda la ropa de casa que siempre me gustó, hasta que un día descubrí, que era olor a naftalina, ella la ponía entre los cajones para evitar que hubiera cucarachas, aunque creo que con lo limpia que era, ninguna se hubiera animado a asomar la cabeza por una de esas gavetas.
Separé las ropas del closet y entonces, de repente, lo recordé. Debía estar en algún lugar del closet, recordaba haberlo dejado allí cuando marché de casa, pero ella con esa manía de votar cosas, tal vez lo hubiera tirado. Escudriñé en el closet y, finalmente allí, en uno de los estantes superiores, lo descubrí, azul con blanco, todos los recuerdos de mi niñez volvieron de repente, con ellos mi sueño de ser cantante. Busqué una silla, alcancé el tocadisco, y lo bajé. Estaba lleno de polvo. La tapa estaba rota. Era de esperar, despues de casi 40 años!!!, no era para menos. Con un trapo viejo lo fui limpiando. Toda una antigüedad y nunca podría volver a escucharlo, hacía mucho tiempo que los LP’s habían sido sustituidos por esos famosos aparatos: ipods, ahora la música uno la descarga en la computadora y el placer de colocar la aguja sobre ese plato negro con revoluciones se había perdido.
Cerré los ojos, y volví a imaginar aquellos momentos: tocadisco en mano, disco de Rafael Fernández, y una vieja canción de mis padres: “Mujer, si puedes tú con Dios hablar, pregúntale si yo alguna vez te he dejado de querer, y al mar espejo de mi corazón, las veces que me has visto llorar, la perfidia de tu amor…” un micrófono sin conectar a ningún lugar y cantaba, soñando que era famosa, volví escuchar los aplausos que imaginaba de niña, volví a soñar que me llevaba el mundo por delante y que era feliz. Recordé tambien ese día, en que se me ocurrió buscar una grabadora y grabar lo que pensaba que era mi melodiosa voz, y allí terminó mi sueño, después que grabé, di vuelta hacia atrás a la cinta y lo que escuché no me gustó, en lugar de la voz armoniosa que creía salía de mi pecho, escuche una voz ronca, y descubrí de golpe y porrazo que mi sueño, no se haría nunca realidad, que nunca sería cantante, porque cantar solo estaba en mi mente y en mi corazón, pero no en mi voz.
Sonó, el timbre, y me devolvió de golpe y porrazo a la realidad, al momento presente. Qué extraño, ¿quíen tocaba la puerta?, no se suponía que hubiera nadie en la casa, quizas alguien vío el carro y decidió tocar, estos vecinos de por aquí siempre andaban metiendo las narices donde nadie les llamaba.
Antes de salir miré de nuevo el closet, guardé el tocadisco en el anaquel donde estaba, volví a organizar la ropa, me abracé por última vez a ella, sabiendo que en cuanto cerrara de nuevo las puertas del closet, volvería a dejar allí encerrados, todos aquellos sueños de niña.
Yo tengo que ser el tipo mas griton del mundo…
No bien había pasado el segundo párrafo cuando me brotaron lagrimas a raudales…
Tienes un dote que nunca antes había realizado que tenias. Que increíble es después de tantos años descubrir que una persona que pensabas conocer tan bien aun puede brindar sorpresas en mi corazón.
Voy a tener que esperar un par de días para poder leer las otras si es que me van a traer un influjo de emociones como lo hizo esta…