Hay una película que se llama: «Hechizo de Tiempo», la película es sobre el día de la marmota. El Día de la Marmota es un método folclórico usado por los granjeros de Estados Unidos y Canadá para predecir el fin del invierno, basado en el comportamiento biológico de la marmota cuando sale de hibernar el 2 de febrero. La película es la historia de un periodista que tiene que cubrir la noticia año tras año y le aburre el tema. Ese año una nevada le impide irse del pueblo y al otro día cuando él se levanta se da cuenta que está metido en un bucle del que no puede salir, durante un tiempo largo su vida se repite en ese mismo día de la marmota.
Una de estas mañanas cuando salí de casa pensé que a veces mi vida se parece la historia de la película y todos los días parecen iguales: Me levanto a la misma hora, le abro la puerta a los gatos y los escucho ronronear y subir a la cama para que les pase la mano. Me alisto para ir al gym, me tomo un café y hago oración. Luego atiendo los gatos de la calle que llegan a pedir comida y me subo a mi auto, circuló por las misma calles vacías a esa hora, me vuelo los semáforos porque es muy temprano y nadie viene, y tomó la avenida y vuelvo a ver cada día los conos que pone la policía para delimitar las vías y los veo caídos y siempre me pregunto si es que los ponen de cualquier forma o que a esa hora ya alguien los tira manejando de cualquier forma.
A veces cuando salgo de casa pienso: otra vuelta al sol, 24 horas, 12 horas activas que tengo a mi entera disposición y que debería disfrutar o aprovechar al máximo porque al final del día los habré consumido y este día ya nunca volverá. Las horas se agotan porque el tiempo es un recurso no renovable
Y tal vez muchos días de mi vida son un desperdicio porque me lo paso preocupada, angustiada o trabajando e intento ser consciente de cada minuto que transcurre aunque muchas veces me descubro en piloto automático, sin darme cuenta de lo que hice en la última hora de mi vida.
Esto de que el tiempo es un recurso no renovable en algunas ocasiones se vuelve un problema, porque tenemos la sensación de que debemos aprovechar al máximo cada minuto y nos embarcamos en una carrera de actividad desenfrenada.
Pero la semana pasada, que era Semana Santa, estuve literalmente vegetando durante 5 días, fui capaz de no hacer nada y renovar mi mente y porque no el espíritu, siento que esos días fueron tal vez más aprovechados que cada uno de mis días de trabajo porque al terminar volví a mi vida renovada. Me prometo muchas veces que asi es que debo pasar cada fin de semana, pero en ocasiones el trabajo está ahí y hay cosas pendientes que no se pueden postergar, y por otro lado está ese sentimiento de que cuando uno no está haciendo nada está desperdiciando el tiempo.
Comenzó otro período del año y quisiera que mis días no fueran con el día de la marmota y que tuviera la capacidad de que al final de cada día pudiera hacer balance de lo que hice que haya valido la pena, no precisamente por hacer muchas cosas, sino porque las que haga sean trascendentes, para mi o para el mundo.